sábado, 16 de abril de 2011

A veces pienso que todo lo que nos rodea es un espejo. Cuando nos
miramos al espejo,
¿lo hacemos para ver como nos ven los demás? ¿O
 para ver si el espejo nos devuelve la imagen que tenemos de nosotros
 mismos? A veces lo que más odiamos de los demás, es un reflejo de lo
que más odiamos de nosotros mismos
. Los espejos pueden ser
 traicioneros.
Uno puede perderse en un espejo. Hay espejos en los
 que queremos reflejarnos.
Hay espejos en los que uno ve lo que
 quiere ver, pero también lo que no quiere ver.
Hay espejos en los
que no queremos mirarnos.
Hay espejos en los que uno no se reconoce.
 Si no te gusta lo que ves en el espejo, no ganás nada rompiéndolo.
Uno elige qué ver en el espejo. Puede ver ese rasgo que detesta o
 puede ver que tiene una sonrisa hermosa.
¿QUIEN NO MIRO ALGUNA VEZ
EN UN ESPEJO UNA IMAGEN DE SU MISMO QUE NO LE GUSTO?
No hay que
luchar contra el espejo.
Es una pelea perdida de antemano, sin
sentido.
Si no te gusta lo que ves en el espejo, r e í t e. Te vas a
empezar a gustar un poco más.
El espejo no miente. El espejo nos
muestra las cosas tal cual son.
Nos muestra lo que tenemos... y
también nos muestra lo que nos falta.
Con nuestros ojos podemos ver
 todo, salvo a nosotros mismos.
Para eso, necesitamos un espejo.
Mientras nos miremos en espejos equivocados, sólo tendremos
d e s t r u c c i ó n. Hace falta mucho coraje para mirarse al espejo
 y aceptar lo que vemos.
No existe el espejo que nos muestre lo que
 queremos ver,
solo hay que mirarse al espejo y aceptar lo que vemos,
 porque eso, nos guste o no, es lo que somos.

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