sábado, 25 de junio de 2011

Las personas me dicen que me he vuelto una renegona, que mi paciencia se pierde rápidamente y que no tolero ni una sola broma. Yo respondo a ellos con una sonrisa cínica y pregunto ¿qué esperan de mí? Si no tolero una broma es porque no me causa gracia, pierdo fácilmente la paciencia porque ahí el problema son los demás, si reniego no es por gusto sino porque hay una causa y si ya no sonrío es porque no me nace hacerlo en esos instantes. Por una parte admito mi evidente cambio, acepto que reniego con las personas y que ya no me sociabilizo como antes; sin embargo, yo no veo, asta ahí, tan grave el problema. Es un reniego sano y efímero...no dura ni unas horas pero acepto que me es difícil volver a sonreír y estabilizarme; aunque lo primero no quiere decir que he perdido totalmente mi sonrisa sino, más bien, los ánimos por reír. No culpo a nadie  ni mucho menos culpo a algo. Yo diría que es parte de un cambio que incomoda a los demás y me incomoda a mí, intento ser la de antes pero algo me atemoriza a retroceder. Ser la de antes significa volver a los mismos errores, volver al mismo carácter superficial y correr el riesgo de que no te tomen en cuenta, puesto que por lo menos el renegar hace que las personas sepan valorar tus decisiones. No quiero decir que mi intolerancia sea una estrategia porque realmente ni yo sé qué es lo que me sucede, simplemente mi carácter ha cambiado sin dejar de ser la mismo para todos...me enojo fácilmente mas eso no quiere decir que termine odiando a todo el mundo, a final de cuentas los tolero al igual que ellos me toleran a mí

No hay comentarios:

Publicar un comentario