-Dejá de mirarme.
-¿Eh? ¿Qué decís?
-Que me mirás.
-Yo no te miro.
-¿Cómo que no? ¿Y ahora?-Te miro por obligación.
-¿De quién?
-¿De quién qué?
-¿Quién te obliga a mirarme?
-Vos.
-Yo no te obligo. En ningún momento te dije que me miraras.
-Pero si me hablás, te respondo y tengo que mirarte.
-Respondeme y no me mires.
-No puedo.
-¿Por qué no?
-Porque necesito mirar a la otra persona cuando le hablo.
-¿Por?
-¿Por?
-Porque soy así, qué sé yo.
-¿Lo intentaste alguna vez?
-¿Qué cosa?-Hablar sin mirar.
-No sé. Nunca me puse a pensar eso. Te hablo y te miro, punto.
-No me mires.
-....
-Hablame.
-No quiero ni mirarte ni hablarte ahora.
-Ahí está la esencia del recuerdo, la antítesis del olvido: No hallarse, no mirarse, no tocarse, pero aún así seguir sintiendo que estás presente...
No hay comentarios:
Publicar un comentario