domingo, 10 de julio de 2011

-Dejá de mirarme. 
-¿Eh? ¿Qué decís? 
-Que me mirás. 
-Yo no te miro. 
-¿Cómo que no? ¿Y ahora?
-Te miro por obligación.
-¿De quién?
-¿De quién qué?
-¿Quién te obliga a mirarme?
-Vos.
-Yo no te obligo. En ningún momento te dije que me miraras.
-Pero si me hablás, te respondo y tengo que mirarte.
-Respondeme y no me mires.
-No puedo. 
-¿Por qué no? 
-Porque necesito mirar a la otra persona cuando le hablo.
-¿Por? 
-Porque soy así, qué sé yo. 
-¿Lo intentaste alguna vez? 
-¿Qué cosa?

-Hablar sin mirar.

-No sé. Nunca me puse a pensar eso. Te hablo y te miro, punto.

-No me mires.

-....

-Hablame.

-No quiero ni mirarte ni hablarte ahora.

-Ahí está la esencia del recuerdo, la antítesis del olvido: No hallarse, no mirarse, no tocarse, pero aún así seguir sintiendo que estás presente...

No hay comentarios:

Publicar un comentario